Cuando el dueño del apartamento me lo dijo me pareció surrealista, ridículo. Había vendido aquellos pocos metros cuadrados. Ya no le interesaba que la zona en la que se ubicaba fuese de lo mejorcito de la ciudad. De hecho ya había entregado las llaves al nuevo propietario que estaba al caer.
El ya exdueño se reía imaginando la cara que iba a poner el comprador al ver que su piso tenía "bicho" y décimas de segundo después mostraba una falsa preocupación por mi futuro en el apartamento: "eso ya lo tendrá que decidir él".
Ahora lo veo con la distancia de los meses pasados.
Nada más llegar, el comprador pintó las paredes de la habitación de un color chillón que no me dejaba dormir por las noches pero ni se preocupó del moho provocado por la humedad, que fue cargando el ambiente en semanas posteriores.
Horas antes de salir de la casa, las paredes eran como "blandiblú" y en el suelo aparecían y desaparecían pozos oscuros que te hacían dudar al pisar. Las palabras estúpidas del vecino se sentaban conmigo en el sillón y masticaban con la boca abierta mientras yo intentaba abstraerme viendo películas facilonas.
(texto sin revisar, para santos inocentes)
Desde el cariño: me gusta más la afoto que el acuento...
ResponderEliminarse acepta.
ResponderEliminarPero el "acuento" tiene truco, por eso te gusta menos.
Gracias de todas formas :)